Román Ramírez Carrillo
Enviado Especial
En los tres primeros años de violencia durante este sexenio, la sociedad permaneció muda y pasmada ante la inacción de los tres niveles de gobierno.
Cuando fueron asesinados dos jesuitas, los religiosos se hicieron la pregunta: “¿Qué país es este que se ha acostumbrado a la muerte cotidiana, a la corrupción, a la impunidad y al fracaso de sus instituciones de seguridad?”
Entonces, apoyados por la Conferencia del Episcopado Mexicano, los jesuitas recorrieron el país organizando más de mil conversatorios, y 50 foros donde participaron colectivos de familiares de desaparecidos, iglesias, líderes religiosos, funcionarios de los tres niveles de gobierno, académicos de universidades públicas y privadas, empresarios, policías, y expertos internacionales en temas de paz y de reconstrucción del tejido social.
El padre Hernán Quezada SJ, al presentar los resultados de los Diálogos Sociales por la Paz, de los Conversatorios y foros realizados, señaló que la desigualdad económica en México ha detonado una crisis de inseguridad, impunidad y violencia, ingobernabilidad y pérdida de valores que se agudizó en los últimos 15 años.
Esta situación, a su vez, ha impactado en la descomposición del núcleo de la sociedad, la familia, y ha debilitado al Estado mexicano.
“La familia experimenta una desintegración en su estructura, los roles de papá, mamá e hijos están diluidos; se distingue como causa de esto el aumento de la pobreza, que ha obligado a migrar, ahora también las madres han tenido que migrar y tienen que trabajar mamá y papá; hay un descuido de la familia a causa de una creciente presión económica a lo largo de estos años”.
En su diagnóstico señaló que los resultados fueron obtenidos a partir de una serie de conversatorios y foros hechos en diversas congregaciones religiosas de todo el país, pues el objetivo de los ejercicios fue conocer los sentires de las comunidades mexicanas.
Pone el acento en que la familia, como elemento nuclear de la sociedad, se ha visto fracturada gravemente debido al aumento de pobreza económica en los últimos años, lo que ha derivado en la pérdida de valores.
Hace notar, que, en una buena parte de la población, los roles de papá y mamá están diluidos debido al efecto generado por la migración, que ha sido motivada por la desigualdad. Esta situación también ha incrementado la incidencia de violencia intrafamiliar, pues el dinero se convirtió en una herramienta para ejercer poder.
Esta situación ha desatado en todo el país una creciente incidencia de drogadicción y violencia, especialmente en la población más joven, que es la más afectada por el aumento de inseguridad y desigualdad económica y social.
También indicó que la desigualdad ha provocado una crisis laboral, pues se ha vuelto complejo encontrar trabajos que brinden certidumbre económica y social. Dicha condición también ha impactado en la brecha de acceso a servicios básicos de salud, vivienda, etcétera.
Por otro lado, Hernán Quezada también enfatizó que el creciente uso de internet y redes sociales ha motivado la fractura social, pues esto provoca que las infancias queden en desamparo y descuido.
“La poca comunicación y el uso desmedido de las redes sociales distrae y aumenta la crisis de comunicación intrafamiliar. Se ha señalado también el machismo y la violencia de género, que se hace más presente en las familias”. De esta forma, el internet y redes sociales contribuyen a la fractura social.
Aunado a lo anterior, el padre Quezada expuso que en los últimos años en México se ha debilitado el sistema de impartición de justicia y seguridad pública. En buena medida esto se debe a la desconfianza que existe sobre los gobiernos en todos los niveles, debido a que el Estado mexicano se ha visto incapaz de brindar seguridad a la ciudadanía.
También refirió que la propia Iglesia enfrenta una crisis, pues los sacerdotes y obispos no han logrado estar cercanos a sus fieles que más demandan atención, lo cual deja a la institución con una percepción de lejanía.
Finalmente, el sacerdote jesuita comentó que la violencia en México es un efecto que se ha ido acentuando desde hace por lo menos 15 años. Enfatizó que el tejido social corre el riesgo de seguir desmoronándose ante la proliferación de la desigualdad.