Casa Lago, Cuautitlán Izcalli. Con el corazón abierto y la mirada puesta en las familias mexicanas, los obispos del país vivieron este martes 29 de abril una jornada profundamente pastoral durante la CXVIII Asamblea Plenaria de la Conferencia del Episcopado Mexicano.
Mons. Héctor Mario Pérez Villarreal, secretario general de la CEM, presentó a los obispos el tema principal: la familia, con el propósito de reflexionar, desde el ministerio episcopal, sobre los desafíos que enfrentan millones de hogares en México y sobre el compromiso de la Iglesia con la paz.
“La familia —afirmó— es un espacio sagrado y base de nuestra sociedad, pero hoy está siendo duramente golpeada. Necesitamos abrir los oídos y el corazón para escuchar lo que Dios nos quiere decir a través de ella.”
Y eso fue justamente lo que se hizo: en una dinámica inédita, obispos, laicos y matrimonios invitados participaron juntos en grupos de diálogo. Allí, desde la experiencia vivida, compartieron dolores, esperanzas y aprendizajes en el acompañamiento pastoral a las familias.
Mons. Alfonso G. Miranda Guardiola enriqueció la jornada con una reflexión sobre San Juan Bautista, recordando que “el matrimonio y la vida familiar son una vocación hermosa para ser testigos del amor y la reconciliación de Dios”.
La presencia de familias en la asamblea no fue sólo simbólica: fue un signo concreto del camino sinodal que la Iglesia quiere recorrer. La escucha mutua, el compartir fraterno y el deseo de encontrar juntos nuevas respuestas, marcaron una jornada donde la voz de las familias fue realmente tomada en cuenta.
Porque si la Iglesia quiere sanar el tejido social, debe comenzar por escuchar —de verdad— el corazón de sus familias.