Por: Pbro. Gilberto Rico Gómez, Lic. en Sagrada Liturgia.
Diócesis de Celaya
Me pareció muy interesante como se presentó el recién elegido Santo Padre en el Balcón de las bendiciones de la Basílica de San Pedro.
Estábamos con la expectativa al escuchar el nombre y deseábamos verlo, siendo consientes de que veríamos, claramente un cambio. En efecto, pudimos captar un cambio de atmósfera, de lenguaje visual que actualiza y continúa la herencia de la liturgia papal.
No fue necesario que hablara. El mensaje estaba expresado en la sotana blanca y el solideo del mismo color que nos expresa la dignidad del Romano Pontífice. Estaba en la muceta roja, ese pequeño manto que cubre los hombros y que habíamos dejado de ver. Estaba en el pectoral dorado sujetado al cordón también dorado que colgaba de su cuello, símbolo ancestral de autoridad y de servicio a la vez. Estaba en en roquete de lino, casi imperceptible pues se confunde con la sotana blanca. Estaba en la lectura atenta y pausada de la bendición Urbe et Orbi.
Esta vestimenta papal, el hábito coral que portó el nuevo Papa nos ayuda a ver que no llegó como un reformador, sino como un heredero. No rompió la tradición, la toma siendo consciente de que es el sucesor de Pedro, el vicario de Cristo.
Recordemos el número 21 de la Sacrosantum Conclilium: “Para que en la sagrada Liturgia el pueblo cristiano obtenga con mayor seguridad gracias abundantes, la santa madre Iglesia desea proveer con solicitud a una reforma general de la misma Liturgia. Porque la Liturgia consta de una parte que es inmutable por ser de institución divina, y de otras partes sujetas a cambio, que en el decurso del tiempo pueden y aun deben variar, si es que en ellas se han introducido elementos que no responden bien a la naturaleza íntima de la misma Liturgia o han llegado a ser menos apropiados.“
Mas adelante seremos testigos de la Misa de Inicio del ministerio Petrino del Obispo de Roma, que nos seguirá ayudando a profundizar en la misión del Vicario de Cristo, gracias Papá León XIV por irnos acercando a Cristo, el Señor, por medio de la celebración cristiana.