P. Mario Arroyo, Doctor en Filosofía por la universidad de la Santa Cruz, Roma, Italia.
¿De dónde viene la idea de que el Espíritu Santo guía al cónclave para elegir al Papa? ¿Es siempre y necesariamente el Papa electo el candidato del Espíritu Santo? ¿Esto sucede de forma necesaria, automática?
Debo reconocer que esta inquietud agitaba mi ánimo, más al leer unas palabras de Joseph Ratzinger pronunciadas en 1997, durante un programa para la televisión de Baviera:
“Yo no diría que el Espíritu Santo elige al Papa, pues no es que tome el control de la situación, sino que actúa como un buen maestro, que deja mucho espacio, mucha libertad, sin abandonarnos… hay muchos papas que el Espíritu Santo probablemente no habría elegido… el papel del Espíritu Santo hay que entenderlo de un modo más flexible. No es que dicte el candidato por el que hay que votar. Probablemente, la única garantía que ofrece es que nosotros no arruinemos totalmente las cosas.”
Ratzinger corregía así dos visiones contrapuestas del proceso de elección de un sumo pontífice: por un lado, estaría la visión ingenua de pensar que prácticamente el Espíritu Santo ilumina a los cardenales, haciéndoles ver de forma inconfundible quien es el bueno. Por otro lado, estaría la versión excesivamente mundana, ajena a todo sentido sobrenatural, más o menos como aparece reflejada en la reciente película “Cónclave”, en la que todo se reduce a cálculos políticos de poder, intereses personales y poco más. En medio estaría el camino señalado por el teólogo bávaro: el Espíritu Santo acompaña, guía, pero no impone el candidato. Entran en juego tanto la gracia de Dios como la libertad de los cardenales, en su misterioso mutuo implicarse.
Contra lo que pudiera pensarse, esa perspectiva refleja de un modo mejor cómo, en realidad, toda la Iglesia está involucrada en la elección de un nuevo pontífice, no sólo los cardenales; pues no da igual que el resto de los fieles rece o no por el próximo Papa. No es un proceso automático, garantizado, en el que, independientemente de lo que hagamos o dejemos de hacer, Dios pondrá a su candidato de manera inconfundible e incontrovertible. No, no es así. Dios actúa, Dios habla, Dios ilumina, pero los cardenales conservan su libertad, y no tienen una certeza absoluta de que el candidato que ellos proponen sea en realidad el mejor. Para que eso suceda toda la Iglesia debe estar reunida en oración, de forma análoga a lo que dicen los Hechos de los Apóstoles 12, 5: “Mientras Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la iglesia oraba insistentemente a Dios por él.”
Para salir de la duda pregunté a la Inteligencia Artificial (Chat GPT y Magisterium AI) de dónde venía la idea de que el Espíritu Santo guiaba a los cardenales para elegir el “candidato de Dios.” La respuesta resulta interesante: “La idea de que el Espíritu Santo asiste a los cardenales durante el cónclave proviene de una comprensión teológica tradicional dentro de la Iglesia Católica, pero no es una afirmación dogmática ni garantiza que siempre se elija al mejor o más santo candidato.”
Esta idea tiene un fundamento múltiple. Se enraíza en la interpretación de algunos pasajes bíblicos, como el de Juan 14, 26, que afirma: “el Espíritu Santo os enseñará todas las cosas”; o el de Hechos de los Apóstoles 15,28, en el contexto del Concilio de Jerusalén (primer concilio de la Iglesia), donde se afirma: “Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias.” Se señala así que la Iglesia goza de la asistencia del Espíritu Santo en los asuntos esenciales, como puede ser la elección del sucesor de Pedro.
Pero, “la asistencia del Espíritu no implica que se imponga sobre la libertad humana, sino que puede inspirar, iluminar y mover las conciencias de los cardenales.” Por otra parte, los cardenales antes de comenzar el cónclave invocan al Espíritu Santo rezando el himno “Veni, Creator Spiritus”, pidiendo expresamente su ayuda. Se entiende que, en la mente de los cardenales, ellos quieren ser intérpretes del Espíritu Santo y por eso piden su auxilio. “En resumen, la asistencia del Espíritu Santo es una creencia basada en la confianza en la acción de Dios en la Iglesia, pero no significa que la elección papal sea infalible o milagrosa. Es un acto humano que se desea sea guiado por Dios.”
La misma Inteligencia Artificial concluye mostrando la perspectiva sobrenatural desde la que se plantea la elección de un nuevo Papa, mostrando cómo se trata, en realidad, de una sinfonía de oración: “La Iglesia universal, unida espiritualmente a María, la Madre de Jesús, debe perseverar unánime en la oración; así la elección del nuevo Papa no será algo ajeno al Pueblo de Dios y concerniente únicamente al Colegio de electores, sino que será en cierto sentido un acto de toda la Iglesia.” Por lo tanto, a las puertas del Cónclave, en este momento histórico y delicado de la vida de la Iglesia, nuestra actitud debe ser como la de los apóstoles en el Cenáculo de Jerusalén, a la espera del Espíritu Santo, según nos lo narran los Hechos de los Apóstoles 1, 14: “Todos ellos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús.”