Misa del viernes 2 de mayo en la CXVIII Asamblea de los Obispos de México.

En el marco de la CXVIII Asamblea Plenaria de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), se celebró la Santa Misa de clausura el viernes 2 de mayo a las 7:30 a.m., presidida por Mons. Ramón Castro Castro, obispo de Cuernavaca y presidente de la CEM. Concelebraron Mons. Héctor Mario Pérez Villarreal, secretario general de la CEM, y Mons. Jaime Calderón Calderón, arzobispo de León. La celebración inició con una solemne procesión de los obispos participantes, del auditorio, hacia la capilla de Casa Lago.

En su homilía, Mons. Ramón Castro expresó, con voz emocionada, que esta semana ha estado marcada por sentimientos encontrados. “Queridos hermanos, los rostros de todos ustedes quedaron grabados en mi corazón”, afirmó al inicio. Refiriéndose a la reciente muerte del Papa Francisco, mencionó: “Ha sido una partida sorpresiva; seguimos tristes, sin embargo, también sentimos que su enseñanza continúa viva entre nosotros, especialmente en la dinámica de esta Asamblea: en la escucha, en la sinodalidad, en la búsqueda común del bien de la Iglesia y del país”.

Al reflexionar sobre la Palabra de Dios del día, el presidente de la CEM subrayó que esta Asamblea ha sido “un tiempo de fraternidad, de oración, de reflexión y de experiencia pascual”. Invitó a los presentes a no dejar que la rutina, la costumbre o la indiferencia nos impidan reconocer el misterio de Dios que se manifiesta en cada rostro humano, especialmente en el de los más pobres, descartados y vulnerables.

Mons. Castro advirtió también sobre las ideologías y visiones simplistas que distorsionan la realidad y desfiguran la verdad del Evangelio. Frente a ello, animó a vivir con un corazón purificado, con audacia y humildad, y a comunicar la alegría de la fe con hechos concretos. “La realidad es sencilla cuando se mira con un corazón limpio. No tengamos miedo de actuar, de mirar a los ojos, de escuchar y de tocar las heridas de nuestro pueblo”, expresó.

Agradeció profundamente a todas las personas que hicieron posible esta Asamblea: desde la Secretaría General y la Tesorería hasta el personal logístico y de comunicación. “Gracias por su entusiasmo, su generosa disposición y su dedicación. Su trabajo ha enriquecido nuestra reflexión y garantizado un encuentro ordenado y fecundo”, señaló.

Finalmente, elevó una oración por la Iglesia universal y pidió que el Espíritu Santo ilumine a los cardenales reunidos en Roma para discernir al nuevo sucesor de Pedro. “Que el Señor nos conceda un pastor según su corazón. Que fortalezca a su Iglesia con abundantes dones de justicia, solidaridad, misericordia y esperanza, tan necesarias para México y para el mundo”, concluyó.