Casa Lago, Cuautitlán Izcalli, Estado de México, 29 de abril de 2025. – En el marco de la segunda jornada de la 118ª Asamblea Plenaria de los Obispos de México, Mons. Faustino Armendáriz Jiménez, arzobispo de Durango, presidió la celebración eucarística matutina en la capilla de Casa Lago, donde exhortó a los obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos presentes a vivir la comunión, la oración y la esperanza en este tiempo pascual marcado por la reciente partida del Papa Francisco.
Con un tono cercano y emotivo, Mons. Armendáriz saludó a los presentes recordando que, como Iglesia, estamos llamados a celebrar con gozo la resurrección del Señor, aun en medio del duelo que representa la muerte del Papa Francisco, quien “siguió los pasos del Resucitado” y dejó una profunda huella de alegría, humildad y amor en toda la humanidad.
Inspirado en la primera lectura del día, tomada del libro de los Hechos de los Apóstoles, el prelado subrayó que la primera comunidad cristiana, unida por un solo corazón y una sola alma, nos invita a construir hoy una Iglesia que sea signo de unidad y reconciliación, especialmente en una sociedad fracturada por la violencia, la división y la injusticia, como la nuestra.
Mons. Armendáriz hizo eco de las palabras del Papa Francisco sobre la verdadera unidad, advirtiendo de los peligros de una diversidad sin comunión o de una uniformidad sin libertad, recordando que “donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad”. Señaló que la Iglesia debe ser capaz de vivir la diversidad como riqueza y la unidad como signo del Espíritu.
Refiriéndose al Evangelio de San Juan, el obispo enfatizó que, como Nicodemo, todos estamos llamados a “nacer de nuevo”, a dejarnos renovar por el soplo del Espíritu Santo, que no actúa según nuestras lógicas humanas, sino siguiendo la lógica divina del amor.
Finalmente, Mons. Armendáriz animó a los obispos a privilegiar en sus deliberaciones el diálogo fraterno, la escucha mutua y la docilidad al Espíritu Santo, consolidando una espiritualidad sinodal auténtica, capaz de renovar la vida de la Iglesia en México. Invitó a todos a “estar a los pies de Jesús”, recordando que sólo desde esa cercanía con el Señor es posible discernir caminos claros, transparentes y verdaderamente evangelizadores.
“Que sea el Espíritu Santo quien nos hable y nos conduzca —concluyó—, para amar a la Iglesia con un corazón nuevo, como Santa Catalina de Siena nos enseñó”.