Por: Pbro. Juan Javier Padilla Cervantes
comunicacionprofetica@gmail.com
Una tragedia social viven los jóvenes en México. Estamos percibiendo y viviendo un deterioro, una declinación en la ética, los valores y las políticas sociales, que afecta a los más jóvenes.
La violencia se ensaña contra los jóvenes. Los datos preliminares que publicó el INEGI sobre Estadísticas de Defunciones, del año 2022, revelan, -cita textual-, que “El grupo de edad en el que se concentró el mayor número de homicidios, tanto en mujeres como en hombres, fue el de 25 a 34 años. En las defunciones de hombres, los homicidios fueron la primera causa de muerte para los grupos de edad de 25 a 34 y de 35 a 44 años; y los medios: arma de fuego, traumatismo con arma blanca y ahorcamiento, sofocación y estrangulamiento. Además, los grupos de 15 a 24 años y de 25 a 34 concentraron el mayor porcentaje de suicidios, con 24.4 y 27.6 %, respectivamente.” Ya no son los accidentes o las enfermedades, en los jóvenes, las primeras causas de defunción, sino el homicidio, y el suicidio en el grupo de 25 a 44 años.
Además, “los jóvenes son los que más desaparecen en México, ya que las personas entre 15 y 34 años de edad representan el 53% de los desaparecidos, detalló Karla Quintana, titular de la Comisión Nacional de Búsqueda de Personas”, revela la revista Forbes.
No solo es cuestión de números
Sorprendió, hace poco, el asesinato de cinco jóvenes, por el narcotráfico, en Lagos de Moreno, Jalisco, pero asombra, mucho más, la indiferencia social. Recordatorio de la grave crisis que vivimos. Es una emergencia, motivo para movilizar a todos los sectores de la sociedad, incluida nuestra Iglesia Católica.
¿Hemos fallado?
Mirar esta realidad con fe, con los ojos del Padre y el corazón de Cristo, no sólo sociológicamente; cuestionarnos, buscar las causas profundas, ¿como familia y como sociedad hemos fallado? ¿En nuestras familias los jóvenes son amados y escuchados?, ¿la cercanía, el respeto y el buen ejemplo son parte de la vida familiar?, ¿serán suficientes y correctas las políticas sociales de seguridad, educación, deporte y salud implementadas para los más jóvenes?
Y, la Iglesia
Predicaba el mártir, San Oscar Romero, “Sería triste que en una patria donde se está asesinando tan horrorosamente no contáramos entre las víctimas también a los sacerdotes. Son el testimonio de una Iglesia encarnada en los problemas del pueblo… La Iglesia sufre el destino de los pobres: la persecución”.
Esperanza y riqueza de México
¿Que hacer? La preocupación y tarea de nuestra Iglesia, por los jóvenes, ante esta realidad, se expresa en el número 51 del Proyecto Global de Pastoral (PGP) de la Conferencia del Episcopado, que recoge las palabras del Papa Francisco en su visita a México en 2016:
En su venida a nuestro país, recordó la gran riqueza que tenemos en nuestros jóvenes, México tiene un rostro joven, esto señala la vitalidad, la alegría, la esperanza, la fortaleza y la energía de un pueblo.
Señaló algunas condiciones necesarias para el desarrollo de los adolescentes y jóvenes, y que deben ser fortalecidas: el acompañamiento de sus pastores, familias integradas que impriman verdaderos valores en su corazón; una educación con calidad que, no sólo capacite para trabajos mejor remunerados, sino que puedan hacerlos crecer y madurar como personas; trabajos dignos y suficientemente retribuidos que quiten la angustia del mañana; espacios de esparcimiento y creatividad que fortalezcan su espíritu juvenil.
Lamentamos profundamente -continúa el Papa- la desaparición y muerte de miles de jóvenes en los últimos tiempos, los feminicidios, verdaderos ríos de sangre nueva que han corrido por nuestros pueblos y ciudades; la situación de muchos de ellos envueltos en la violencia, el narcotráfico, la trata de personas, la falta de oportunidades, el desempleo, la migración y el descarte.
Finalmente -señalan los obispos en el PGP-, “un país sin adolescentes y jóvenes sanos, humana y socialmente, es un país sin futuro”.